En un encuentro con empresarios el martes 2 de septiembre, el presidente Álvaro Uribe señaló a la embajadora en Londres, Noemí Sanín, como su posible sucesora. En respuesta a unas preguntas sobre si buscaría una segunda reelección, Uribe dejó entrever que Sanín reunía las cualidades no sólo para seguir con las políticas de seguridad democrática y de confianza inversionista -las dos condiciones sine quan non para evitar una 'hecatombe'- sino que tenía "elegibilidad". Este último requisito, el cual no había hecho público Uribe, no es de poca monta: refleja su realismo político y pone en aprietos a varios aspirantes a recibir la unción presidencial. Uribe cree que la única garantía de que sus políticas sobrevivan después de 2010 es que las elecciones de ese año sean ganadas por un candidato 'pura sangre' del uribismo.
De no ser él mismo -candidatura que no se ha definido- que sea por interpuesta persona. La pregunta que trasnocha al Presidente es cuál de sus hombres o mujeres sería el aspirante más fuerte electoralmente frente al Partido Liberal y el Polo Democrático Alternativo. En otras palabras, cuál sería la carta ganadora. En Colombia y el mundo sólo hay dos maneras de ser elegido: con voto de opinión o con maquinaria. La primera se mide con encuestas; la segunda, con parlamentarios, alcaldes, concejales y diputados. Uribe es el único político colombiano que tiene abundancia en ambas, como lo demostró en su reelección en 2006, razón práctica por la cual no ha descartado de plano lanzarse nuevamente a la Presidencia.